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Ciudadela Palafítica Contemporánea

Diseño

Enrique Barascout

Aimmé Joaristi 

Texto:

Arq. Diego Levinson 

Costa Rica es un país maravilloso. La calidez de su pueblo se conjuga con la majestuosidad de la naturaleza en una reciprocidad absoluta, capaz de sorprender al visitante más exigente. 

La provincia de Guanacaste, a orillas del océano Pacífico, atrae a turistas de todo el mundo que llegan a visitar sus playas y paisajes. La oferta hotelera es muy amplia y variada y es allí donde encontramos uno de los establecimientos más llamativos y originales. 

El Hotel L’aqua Viva nace gracias al trabajo coordinado y preciso de una de las oficinas de arquitectos más renombradas del país y de inversionistas locales comprometidos con el desarrollo del turismo costarricense. 

En un sitio de ensueño, a la par de una reserva de vida silvestre, este hotel ocupa un lote periférico del plan urbano o loteo “americano” en el sector de la ciudad de Nosara, donde se encuentran los alojamientos y servicios turísticos más importantes. 

El lote de aproximadamente una hectárea está separado del mar por casi mil metros de una reserva natural exuberante que enmarca el proyecto, lo que asegura un fondo verde permanente e intocable. 

En un marco como este, era necesario desarrollar una propuesta respetuosa, sostenible y a la vez moderna, cómoda y elegante, acorde al concepto de hotel boutique. Enrique Barascout y Aimeé Joaristi volcaron su vasta experiencia en la conceptualización de esta obra, tanto en su implantación y planteo arquitectónico, como en la selección de los materiales, acabados y muebles. 

El resultado es un proyecto poético, que flota sobre el terreno y mezcla elementos de la arquitectura tropical del mundo con componentes culturales regionales y locales. Las texturas y colores de las fibras y materiales naturales se funden con los demás acabados y generan un ambiente cálido, que envuelve al visitante y lo hace sentir parte de la naturaleza y la cultura centroamericana. 

El partido arquitectónico se desarrolla alrededor de patios y espacios abiertos centrales, rodeados de pequeños edificios o bungalows que albergan las actividades principales del hotel. De tres niveles de altura, estos bloques recrean una aldea palafítica tropical típica, donde se separan del suelo entre uno y tres metros y salvan el desnivel existente en el sitio, lo cual deja pasar la naturaleza por debajo y, en algunos casos, alberga los espacios de servicios y apoyo. La intención de los diseñadores se basó en la necesidad de generar la menor invasión posible en la naturaleza, minimizar los movimientos de tierra y preservar la mayor cantidad de árboles. Para lograrlo estudiaron las diversas tipologías arquitectónicas alrededor del mundo, que si bien poseen características diferenciadoras, en materiales y técnicas constructivas, todas tienen aspectos, detalles y soluciones comunes. 

Los casi 4000 m2 de construcción se distribuyen alrededor de esta reinterpretación de las antiguas plazas de las culturas prehispánicas o de la época colonial y aprovechan las características topográficas del lote. La zona más baja y casi sin árboles fue la ideal para albergar los espejos de agua y la piscina principal del complejo, que constituyen el centro focal, social y recreativo del hotel. Los decks, puentes y plataformas que conectan los edificios y rodean la piscina, están igualmente elevados para dejar pasar la naturaleza a nivel del terreno. De esta manera pareciera que los edificios brotaran de una poza de agua. 

El sistema constructivo, tradicional y sencillo se adapta a la topografía, al clima y a las intensiones de Joaristi – Barascout y posibilita la creación de pequeños edificios independientes que, a modo de cabañas, albergan las 35 habitaciones y áreas comunes. Los techos a dos aguas son como hojas de arboles dobladas que protegen a los huéspedes del intenso sol y la lluvia. 

En armonía con el medio ambiente, la arquitectura crece de la mano de materiales nobles y sostenibles, que minimizan el impacto a corto y largo plazo.

Concreto, madera y fibras naturales se mezclan con metales y texturas sintéticas de materiales reciclados y reciclables, para crear una atmósfera natural única. Al mismo tiempo, el diseño busca disminuir el consumo energético a través de la generación de sombras efectivas y corrientes de aire fresco. Para ello se construyó techos altos que “atrapan” el calor y permiten que la ventilación cruzada, generada por aberturas ubicadas estratégicamente, refresque notablemente los ambientes. 

El equipo de arquitectos, ingenieros y diseñadores de Joaristi - Barascout buscó utilizar cada detalle para mejorar el mantenimiento del establecimiento. Un ejemplo claro de ello es el desarrollo de las instalaciones mecánicas para aprovechar que los edificios están separados del suelo, las cuales llevan las tuberías por debajo del piso. 

Los pisos y muros mezclan concreto y madera de forma cálida y armoniosa. Las columnas de concreto fueron hechas con formaletas texturizadas que simulan troncos de palmeras. La estructura de los techos de las áreas comunes es de bambú guadua y la caña brava está presente en cielorrasos, puertas y barandas. Las paredes exteriores, realizadas con Siding (Plycem), rememoran las cabañas victorianas de madera que, junto a los bulevares peatonales de piedra y vegetación, nos remonta a las fincas bananeras del siglo pasado. 

Al mismo tiempo, los materiales y mano de obra artesanal de Costa Rica y Nicaragua dominan la escena y están presentes en los detalles importantes de acabados y diseño interno, lleno de buen gusto, calidez y sencillez. Las tramas y textiles fueron cuidadosamente seleccionados, así como los muebles que fueron fabricados e importados especialmente bajo la supervisión de los diseñadores quienes no dejaron ningún detalle librado al azar. 

Las paredes, tabiques y cielorrasos de fibras naturales fueron cosidos y ensamblados por artesanos regionales, donde se buscó simbolizar con su tejido, las canastas indígenas típicas de Costa Rica. Esto resulta el elemento decorativo más importante en el edificio principal, utilizado para separar los distintos espacios y revalorizar la herencia indígena. 

Al momento de completar el diseño del espacio interno se buscó crear un ambiente contemporáneo y limpio, pero a la vez cálido y acogedor. Para ello se encargó el mobiliario a una empresa asiática especializada, con la cual se rediseñó cada elemento para que respondiera a los requerimientos de diseño, se diferenciara de la decoración típica balinesa y se acercara a una imagen más centroamericana. En los jardines y piscina se incorporaron muebles más contemporáneos, blancos y livianos, para que no ganaran protagonismo ante la belleza de la naturaleza y la arquitectura. 

Este proyecto ha sido galardonado con el primer premio en la “I Bienal de Arquitectura Centroamericana, Mangua 2009”, mención de honor en la “IX Bienal de Arquitectura de Costa Rica” en el año 2008 y el Premio Nacional de Interiorismo en el “5to Foro Internacional de Diseño del Espacio Interno”, también en el año 2008. 

En el Hotel L’Aqua Viva se conjugan el paisaje y la arquitectura, la naturaleza y el ser humano. La arquitectura y el diseño interno van de la mano desde el inicio del proyecto y trabajan juntos desde la conceptualización misma. Es por ello que el Arq. Enrique Barascout y la diseñadora Aimeé Joaristi recibieron elogios y el reconocimiento por la inauguración de esta obra tan representativa de la identidad tropical y centroamericana. 

*Artículo publicado originalmente en la Revista Domus, de Diciembre 2012 / Enero 2013

 

 

 

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